Su historia se remonta a 1670, cuando el bachiller Pedro
de Solís y Valenzuela donó a la ermita de Monserrate 100 varas castellanas de
tierra, ubicadas en el sitio llamado La Toma de la Aduana. En 1800, el capellán
de Monserrate, José Torres Patiño, vendió el predio por la suma de $120 al
contador principal de la Renta de Tabaco de Santafé, don José Antonio
Portocarrero. El nuevo dueño construyó una quinta campestre que arregló para
agasajar al virrey Antonio Amar y Borbón en el cumpleaños de su esposa la
virreina, doña Francisca Villanova.
De
la amistad que don José Antonio Portocarrero profesaba al virrey, o la
admiración que tributaba a la virreina, fue emblema por entonces una alegoría
de Cupido que hizo pintar en el comedor de su quinta con la siguiente equívoca inscripción:
“Amar es mi delicia”, palabras que años más tarde habían de ser sustituidas por
estas otras: “Bolívar es el dios de Colombia”.En el centro está la casa con sus
jardines abandonados, sus árboles decrépitos que extienden sus ramas y sus
sombras sobre los corredores solitarios y los salones en ruinas, donde en otros
días resonaron músicas voluptuosas, en noches
de festines sorprendidos por la aurora; con su chimenea de
mármol blanco, en el gabinete de la izquierda, sobre la cual se firmó la
negativa de la conmutación de la pena de muerte a los ejecutados con motivo de
la conjuración de septiembre;
con sus terrazas que sintieron las férreas botas de los
libertadores; con su muelle baño, cercado de bajas tapias, cubiertas antes de
enredaderas, y techado por el puro cielo azul; con su esbelto mirador que se
yergue sobre la colina, como un alerta vigía; con sus alcobas, antiguamente
perfumadas, que vieron al héroe, de regreso del Perú, pasar
cargado de laureles, y descansar de la gloria en los brazos
de rosa del amor; con su espléndido comedor, comunicado con la sala principal, y
con deliciosas perspectivas sobre el patio y los jardines, y donde, en los
tranquilos días de la
Colonia, don José Antonio Portocarrero, dueño y constructor
de la Quinta, y hombre de mucho gusto y así muy sentido de todos, departía, agradablemente, de cosas de Gobierno, con Amar y
Borbón, su grande amigo, virrey de Santafé, y su
señora esposa, doña Francisca Villanova, la virreina,
mientras, delante de los contertulios, en el fondo, aparecía esta inscripción
en letras formadas con las rosas del jardín: “Mi delicia es Amar”.
El
primero de enero de 1810, diez años después de haber adquirido el lote de la
Quinta, falleció su dueño y ésta pasó
manos de su hija, Tadea Portocarrero de García del
Castillo, cuyo marido hubo de emigrar a raíz de los sucesos del 20
de julio de 1810. Por esta razón, y debido a que los hijos
del matrimonio eran aún menores de edad, el inmueble sufrió
descuido y abandono. La familia Portocarrero mantuvo la
propiedad hasta el 16 de junio de 1820
La Quinta,
declarada Monumento Nacional en 1975